¿Qué significa ser antisexista?
De la neutralidad cómplice a la acción transformadora
Antes de hablar del antisexismo, es necesario nombrar qué es el sexismo. Según Margrit Eichler, el sexismo no se limita a actos de discriminación visibles o explícitos: es una estructura de pensamiento, acción y organización social que asigna roles, valores y capacidades diferenciadas en función del sexo o del género, reproduciendo desigualdades en múltiples niveles. Eichler identifica distintos tipos de sexismo en la investigación y el conocimiento, que también se extienden a la vida institucional:
Sexismo de exclusión: cuando mujeres y otras identidades de género son sistemáticamente omitidas del análisis o invisibilizadas.
Sexismo de denigración: cuando se representan o analizan las experiencias femeninas o disidentes como inferiores, débiles o irracionales.
Sexismo de trivialización: cuando los temas que afectan principalmente a mujeres o disidencias se consideran “menores” o marginales.
Sexismo de sobregeneralización: cuando se parte de las experiencias de los hombres como norma universal y se aplican de forma acrítica a todas las personas.
Sexismo lingüístico: cuando el lenguaje excluye, refuerza estereotipos o impone el masculino como neutro.
Con esto en mente, ser antisexista no es simplemente “no ser sexista”, ni basta con declararse “a favor de la igualdad”. En entornos profundamente androcentristas —como universidades, organizaciones laborales o instituciones públicas—, la neutralidad frente al sexismo suele ser una forma cómoda de complicidad estructural. No basta con no agredir: hay que cuestionar, nombrar, intervenir y transformar.
Esta entrada propone un punto de partida claro: si no hacemos nada para revertir el sexismo estructural, lo seguimos reproduciendo. Las instituciones, los saberes y las políticas han sido diseñadas para servir a una norma masculina, blanca, cis, hetero, racional y productivista. El antisexismo exige reconocer esa raíz y actuar en consecuencia.
Aquí compartimos algunas claves para pensar el antisexismo como una práctica cotidiana:
Revisar protocolos, reglamentos y lenguajes que invisibilizan o discriminan.
Redistribuir cuidados, tiempos y recursos para romper jerarquías naturalizadas.
Nombrar las violencias normalizadas en los pasillos, en los comités, en los currículos.
Construir políticas no solo “inclusivas”, sino transformadoras.
💭 Ser antisexista es incomodar, pero también sostener. Es comprometerse a construir espacios donde otras formas de habitar, de pensar y de convivir puedan florecer. No es una postura identitaria, sino una práctica ética y política que se elige todos los días.
¿Qué significa ser antisexista? © 2025 by Andrea de la Barrera Montppellier is licensed under CC BY-NC-ND 4.0. To view a copy of this license, visit https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/